Masakatsu Dojo - Aikido Aikikai

Esta Páguina muestra la Historia de un Dojo de Artes Marciales en Cuba que con el paso de los años se ha convertido en una Familia de Amantes del Budo

Funcionando como de costumbre

22/12/2020

“Has visto muchas cosas y no temes la muerte, pero algunas veces la deseas, ¿no es cierto?.

Eso le pasa a los hombres que han visto lo que hemos visto.

Como las flores, vamos muriendo, reconocer la vida de cada sorbo de aire, de cada taza de té, de cada muerte.

Ese es el camino del guerrero.”

- Katsumoto

20/12/2020

«La espada es el alma de un samurái; por tanto, para dominar la espada, conoce tu alma».

Proverbio samurái

«Cuando hubo concluido el trabajo con las piedras de afilar, Kenzaburô apoyó la curva interior del sable en su antebrazo y examinó el filo contra la luz de la lámpara. Pareció satisfecho del resultado, así que guardó la katana en su vaina y la colocó a su izquierda, junto a la wakizashi. Por último, miró directamente a los ojos de Seizô, que le espiaba desde el jergón.
—Veo que ya no duermes. —Sintiéndose descubierto, el niño asintió desde debajo de la manta—. Levántate entonces, quiero partir antes de que alguien despierte.
»Seizô se puso en pie y se desperezó, cada músculo de su cuerpo se resintió quejumbroso por el esfuerzo. Comenzó a recoger las mantas y a guardar sus posesiones en un hatillo; mientras lo hacía no pudo evitar preguntarle a Kenzaburô por qué había afilado sus sables, ¿acaso temía que fueran atacados en lo que quedaba de viaje?
»El guerrero, envolviendo su daisho en un paño marrón, se tomó su tiempo antes de responder:
—Se suele decir que las espadas de un samurái albergan su alma, y al igual que el alma de un guerrero debe estar siempre lista para la lucha, así deben estarlo también sus espadas. —Apretó los n**os que fijaban el hatillo—. No puedes esperar nada del samurái que no cuida el filo de su acero, que no p**e la superficie para evitar que se atasque en la vaina o que jamás se ha preocupado de que su hoja no se quiebre por la herrumbre; porque el espíritu de ese guerrero también estará romo para cortar, oxidado para atender la llamada de su señor, y ten por seguro que será quebradizo en la batalla».

Fragmento de , novela publicada por Editorial Suma de Letras.

Ilustración de Takehiko Inoue.

27/11/2020

El 'hakama' es un pantalón muy holgado que solía vestirse sobre el kimono. Se cree que su origen se remonta a la era Heian, siendo las mujeres de la corte imperial las primeras en usar una prenda similar.

A partir del periodo Kamakura (1185-1332), el 'hakama' se convirtió en una de las señas de identidad de los guerreros samuráis, que en un principio lo adoptaron como una prenda para protegerse las piernas al cabalgar, aunque posteriormente su uso se extendió al día a día.

Una de las características más famosas del 'umanori' (el hakama empleado por la clase guerrera) son los siete pliegues que recorren la prenda. En determinadas prácticas marciales, se considera que cada pliegue representa una de las virtudes que debe ostentar el guerrero:

Jin (仁): benevolencia
Gi (義): honor
Rei (礼): cortesía y etiqueta
Chi (智): sabiduría
Shin (信): sinceridad
Chu (忠): lealtad
Koh (孝): piedad

«Seizô se afanaba en planchar los hakamas, pues su maestro insistía en que una parte fundamental de su adiestramiento era aprender a cuidar las ropas con que practicaba. A tal fin, había echado al fuego algunos cantos del lecho del arroyo; ahora que las ascuas estaban al rojo, el muchacho retiró las piedras incandescentes con unas tenazas y las depositó en el interior de una plancha de hierro.
»Cuando el metal se hubo calentado, lo deslizó sobre las prendas que había extendido sobre un paño limpio. Planchar un hakama requería de una pericia especial, pues se debían mantener los siete pliegues que lo recorrían y que representaban las siete virtudes a las que aspira un samurái.
»Cuando hubo concluido, dejó la plancha sobre una placa de metal para que se enfriara y dobló con sumo cuidado los pantalones, de modo que los siete pliegues no se perdieran. Usó las cintas de cada hakama para atarlo y evitar que se arrugara, realizando el mismo n**o de cuatro lazos que se usaba para ceñirlo a la cintura. Los amontonó con sumo cuidado y, no sin cierta reverencia, los guardó en un pequeño armario».

Fragmento de El Guerrero a la Sombra del Cerezo, novela publicada por Editorial Suma de Letras.

27/11/2020

«El guerrero victorioso primero vence y luego va a la guerra; mientras que el guerrero derrotado primero va a la guerra y luego busca el modo de vencer».

Sun Tzu

(Ilustración de David Benzal).

02/11/2020
31/10/2020

«El hombre que se enoja fácilmente será derrotado por otros en el combate, y por sí mismo en la vida»

Yamamoto Tsunetomo

«—¿Y tú, muchacho, qué haces con este barbudo? —preguntó el oficial, señalando con su taza de sake al extranjero.
—El maestro Ayala tiene una dispensa especial de la corte de Gifu para recorrer nuestras tierras —explicó Kenjirō brevemente—. Yo le asisto como guardaespaldas por orden del clan Oda, de ahí que vista el blasón de su señoría. —Y, tras dudar un instante, añadió—: Además, es un hábil intérprete, es capaz de entender todo cuanto decimos.
—¿Ah, sí? —preguntó el samurái, haciendo bailar el platillo de sake frente a la cara del jesuita—. ¿Entiendes lo que te digo, barbudo?
»Ayala asintió con parquedad.
—Así que eres uno de esos bateren, uno de esos cuervos que revolotean de aquí para allá con su cruz. —Ayala no respondió. Se limitó a observar con indisimulado desdén al oficial y a los dos guerreros que se sentaba junto a él—. Su señoría os tiene en alta estima, pero yo creo que sois gente de poco fiar, bárbaros que vais diciendo a los campesinos que no hay más señor que vuestro dios, y que todo el que mata, sea heimin o samurái, sufre la condenación eterna.
—En efecto, eso es lo que enseñamos.
—Yo he matado a siete hombres, barbudo —gruñó el otro entre dientes—, todos a mayor gloria de mi señor. ¿Estoy, entonces, condenado? ¿Acaso tu dios no valora la devoción y la valía de un guerrero?
—Los de vuestra clase tendéis a pensar que la habilidad con la espada demuestra algún tipo de elevación espiritual, pero lo cierto es que saber matar es un talento dudoso, en ningún caso superior al del carnicero que afila bien sus cuchillos.
»Las palabras de Ayala, pronunciadas con infinito desprecio, silenciaron como un aldabonazo la mesa. Los tres samuráis intercambiaron una mirada torva. Lentamente, el más joven de ellos tomó el sable que descansaba a su izquierda y echó mano a la empuñadura. Comenzaba a ponerse en pie cuando Kudō Kenjirō golpeó con el extremo de la katana envainada sobre la mesa; los platillos con licor vertieron su contenido y las botellas oscilaron a punto de volcar.
»Sin retirar la espada, que mantuvo firme ante los tres guerreros, dijo:
—Si desenvainas tu arma, compañero, lo más probable es que muramos uno de los dos. Puede incluso que ambos nos despidamos de esta vida. Piensa, más bien, que un extranjero es alguien que no conoce nuestras costumbres ni la más básica educación; enojarte por sus palabras es como enojarte con el perro que ladra a tu paso.
»Los soldados de Oda guardaron silencio, congeladas sus voces y sus rictus, como el resto de los presentes en la posada. El ademán de Kenjirō denotaba que su voluntad era firme, tanto como la mano con que sostenía el sable, y así lo supo leer el oficial, que terminó por hacerle un gesto con la cabeza a su subordinado. Este obedeció renuente, pero finalmente volvió a su posición y colocó de nuevo la espada a su izquierda.
—He de pediros que os marchéis —dijo el mayor de los tres guerreros.
»Kenjirō asintió con una reverencia.
—Gracias por vuestra invitación. Ha sido un honor compartir mesa con tres samuráis de Oda-sama.
»Se retiraron a la planta superior, dejando el salón sumido en un insoportable silencio. Cuando por fin llegaron al dormitorio, una estancia prácticamente vacía con dos jergones extendidos sobre la tarima de madera, Kenjirō cerró la puerta con presteza y se colocó frente a Martín Ayala. El jesuita sostuvo la mirada del joven goshi; no había arrepentimiento en los ojos del extranjero, sino un obstinado desafío. Cuál fue su sorpresa cuando el samurái se postró de rodillas ante él y, con la cabeza gacha, dijo:
—Ayala-sensei, le ruego que no vuelva a poner nuestras vidas en riesgo inútilmente. Mi deber es protegerle aun a costa de mi vida, y en esta obligación está empeñado el honor de mi padre y de mi casa, pero no me haga morir por un motivo indigno.
»Ayala dio un paso atrás, sobrecogido por las palabras de aquel hombre, mucho más joven que él pero también mucho más sensato. Y no pudo sino caer de rodillas a su vez, sinceramente arrepentido, mientras Kenjirō aún mantenía su reverencia».

Fragmento de OCHO MILLONES DE DIOSES, novela publicada por Editorial Suma de Letras.

25/10/2020
29/09/2020

QUÉ ES EL "KIAI" Y CÓMO UTILIZAR SU PODER:
En este breve artículo pretendo explicar de manera muy breve qué es y para qué se utiliza el grito del "KIAI" en las Artes Marciales. Espero les guste y lo compartan.
( )

* INTRODUCCIÓN:
Todas las personas han visto tanto en las clases como en los films de Artes Marciales que se realiza o ejecuta por parte de los practicantes una especie de grito particular o Kiai, algunas veces intimidante y que libera, de una manera aparentemente brusca, energía.

* SU MISTICISMO:
En Oriente se considera que la ejecución de este grito tiene propiedades que pueden llegar a paralizar a un oponente hasta detener el corazón de un enemigo, por esto en Occidente se llegó a conocer a esta acción como el “grito que mata”.

* SU EFECTO FÍSICO:
El es una liberación de longitud de ondas producidas por la exhalación violenta y repentina de una especie de grito que realiza el Artista Marcial con el objetivo de aumentar su poder o propia fuerza interna.
Está comprobado que durante una fracción de segundo se produce una especie de inhibición o retardo suficiente como para frenar al adversario.
La Física ha demostrado que las vibraciones sonoras generan energía y profucen efectos físicos sobre los objetos y los seres vivos, han podido confirmar el poder de los sonidos, en especial sobre las plantas, los animales e incluso el agua. Estos estudios también ayudan a comprender que el Kiai es más que un grito aterrador y que en realidad se trata de un sonido que utiliza conscientemente la energía de la persona para influenciar a su oponente.

* CÓMO LO UTILIZAN:
El Kiai debe salir desde el vientre o Tandem donde según la cultura Oriental se ubica el verdadero centro de energía del cuerpo. Si sale solo de la garganta se vuelve un sonido gutural inoperante y por lo tanto carece de poder.
El Kiai se controla por el , es decir, la respiración profunda desde el vientre. Por lo tanto existe una amplia variedad de ejercicios que enseñan este tipo de respiración y existen Artes Marciales que entrenan para desarrollar y mejorar esta técnica.
En definitiva este sonido que surge antes o durante un combate es el resultado de una ciencia que une el control de la respiración y el espíritu.
Pero qué es lo que gritan? A veces dicen: ¡Hi-yah!, ¡Aiyah!, ¡Eeee-yah! o ¡Hyah!, pero no hay sonidos específicos asociados sino que son elegidos por cada practicante individual. La forma tradicional japonesa usa palabras de una sola sílaba empezando con una vocal.

* SU SIGNIFICADO MARCIAL:
El espíritu domina la energía que hace vibrar la respiración, y que proyecta la energía mental, física y psíquica. Si invertimos los kanjis que componen la palabra Kiai obtendremos la palabra Aiki. La palabra "Kiai" se compone de dos Kanjis: (気), significa energía y Ai (合), que significa unión o encuentro. Entonces Kiai vendría a significar la unión de la energía de todo el cuerpo, que se libera de golpe mediante el grito.

* CONCLUSIONES:
Seguramente no escapará al lector pensar que no todos los Artes Marciales hacen uso del Kiai por lo tanto su uso dependerá de la tradición o línea marcial que se entrene. Se observa mucho en Karate, Taekwondo y otras al momento de hacer rompimientos (tablas, tejas, bloques de hielo o cemento, etc) y durante competencias o torneos, tambien podemos observarla en Kendo, Aikido y otros al momento de realizar técnicas con armas para cortar, golpear, etc. Buscando unificar su energia física y mental al momento de ejecutar esta acción.
Yo recomiendo que el Artista Marcial profundice por su propia cuenta su sentimiento y reacción personal ante el uso del KIAI debe ser él mismo quién se de cuenta cómo se siente al ejecutarlo o también al no hacerlo!! A fin de cuentas eso es el Arte Marcial: un camino de busqueda y autosuperación!
(Prof. )

06/08/2020

«El arma de un samurái no es el sable, sino su espíritu. Un samurái doblega con su voluntad al enemigo, ha vencido antes de que las espadas se crucen. El acero solo es la prolongación en su mano de esa voluntad».

Kenzaburō Arima (fragmento de El Guerrero a la Sombra del Cerezo).

Ilustración de Minhyuk Kim.

06/08/2020
01/05/2020

David B. Gil - Escritor

«Bushido es la aceptación total de la vida, vivir incluso cuando ya no tenemos deseos de vivir. Esto se logra sabiendo morir en cada instante de nuestra vida, viviendo el instante, el aquí y ahora, sumido en el eterno presente, en vez de abandonar el campo de batalla cotidiano».

Yamamoto Tsunetomo

«—Es allí —señaló Kenzaburô, sin que fueran necesarias más explicaciones.
Los dos samuráis comenzaron a descender hacia la orilla y la humedad que emanaba del lago pronto les impregnó la piel. En un silencio casi solemne, caminaron junto a las aguas calmas y ascendieron por la escollera hasta llegar a la planicie sobre la que se levantaba la destartalada cabaña. Las vistas desde la lengua de tierra eran hermosas, pensó Seizô, que podía comprender por qué alguien se retiraría a aquel lugar tranquilo y aislado.
»Llegaron a la entrada de la choza, de cuyas paredes blanqueadas por el sol colgaban cestas, trampas y avíos de pesca, y Kenzaburô le indicó que se mantuviera a un lado. Golpeó tres veces el tablón mal encajado que hacía las veces de puerta, y dio un paso atrás para esperar.
»Los goznes chirriaron, herrumbrosos, y en el umbral se dibujó la silueta de un hombre corp**ento y de expresión hosca; sus ojos, emboscados tras espesas cejas, buscaban en el rostro de los intrusos una explicación a aquella visita intempestiva. Seizô pudo observar que su mano izquierda reposaba sobre la empuñadura de una katana, sin duda ceñida al cinto en cuanto los golpes retumbaron en el interior de la cabaña.
—Saludos, samurái. Me llamo Kenzaburô Arima, antiguo general del desaparecido ejército de los Ikeda, este es Seizô Ikeda, mi discípulo y señor.
»Kenzaburô calló, a la espera de que aquel hombre se presentara tal como exigía el protocolo, pero el guerrero ermitaño se limitó a observarles de hito en hito, acaso por pura descortesía, o quizás porque no había tenido la necesidad de pronunciar una palabra en años. Sea como fuere, su silencio y su mirada torva obligaron a Kenzaburô a proseguir con una explicación.
—Me han dicho que se ha retirado aquí para vivir en paz, y que solo atiende a los que llegan para probar su habilidad con la espada. ¿Es cierto que continúa dispuesto a batirse en duelo?
—Solo si es a muerte —dijo el samurái con voz ronca.
—Eso tenía entendido —asintió Kenzaburô—. Tenga a bien atender mi petición: luche con mi alumno de forma honorable. El cuerpo del derrotado será tratado con respeto.
»El corazón de Seizô dio un vuelco ante aquellas palabras y, sintiéndose traicionado, sus ojos se clavaron en el rostro de su maestro, que llegaba a tan macabro acuerdo como si él no estuviese presente. Intentó aplacar el miedo y la ira que le invadían por igual, ¿cómo era posible que su maestro concertara un duelo a muerte con la ligereza del que compraba un s**o de arroz?
»Sin embargo, el ermitaño, lejos de inquietarse ante la propuesta de Kenzaburô, miró a Seizô detenidamente y observó:
—Es poco más que un crío.
—Es un samurái.
—Eso dicen muchos —masculló aquel hombre—, pero el acero termina por llevarles la contraria.
—¿Aceptará nuestra petición? —reiteró Kenzaburô, tajante.
»El hombre levantó la barbilla y los miró con desconfianza.
—¿Cómo sé que no me atacarás una vez haya matado a tu señor?
—Si él muere, mi fracaso en esta vida habrá sido completo —sentenció Kenzaburô Arima, con una voz que nadie pondría en duda—. En ese caso, cometeré seppuku aquí mismo, con mi espada; le ruego que sea mi asistente. Una vez todo haya terminado, podrá quedarse con mis espadas; serán el pago a su servicio.

Fragmento de El Guerrero a la Sombra del Cerezo, novela publicada por Editorial Suma de Letras.

17/03/2020

David B. Gil - Escritor

«Es bueno encontrarse con dificultades en la vida, porque el que no ha sufrido jamás, no ha templado plenamente su carácter».

Yamamoto Tsunetomo

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